Ventura, según el diccionario María Moliner: 1. Felicidad, Suerte o Fortuna; estado de la persona que tiene en la vida las cosas deseables. 2. Suerte buena o mala; supuesta predisposición de una persona a que le ocurran sucesos felices o desgraciados.
Ese es el nombre que ha elegido Manu Chao para su última gira y esa es la predisposición con la que nos fuimos a verlo: a la buena ventura, dejando que las circunstancias acontezcan por sí solas, a lo que depare la suerte. Y que aventura!
Era el último viaje de este fantástico año y había que vivir las últimas experiencias con un plus de emoción. Con mochila, mapa y buenos alimentos, arrancamos Vanessa y yo dirección Poznan (Polonia) a unos 450 km de Leipzig. Medio de transporte: Autostop.
Hasta Berlín llegamos muy bien. Primero un señor que nos llevó hasta la salida a la autopista A9 y nos invitó a ir al pub que tiene en Connewitz. Hasta Berlín nos llevó otro señor de origen turco que pasaba las semanas en Berlín para trabajar en la obra y volvía los fines de semana a Leipzig para estar con su familia. El primero llevaba un Audi nuevecito y limpito, el segundo algo así como un Ford Fiesta de hace 20 años. Pero los dos coinciden eligiendo su lugar de vacaciones: Mallorca.
Desde Berlín, en la A10 fue un poco más difícil encontrar a alguien, la mayoría iban a Berlín o no tenían sitio en el coche, pero aún teníamos mucho tiempo. Fueron dos polacos que hablaban mínimamente alemán con los que, después de ayudarlos a montar un remolque del coche de uno de ellos que se le había reventado el motor, marchamos rumbo a Polonia. Y a Polonia llegamos, pero no a Poznan sino a Szczecin!! Es decir, en vez de hacer, A-E-D, hicimos A-E-C-D, unos 100 km de regalo!
El último señor (un polaco que trabajaba en Berlín) con el que viajamos nos preparó para la llegada: en esta ciudad no hay nada, Polonia es una ruina, aufpassen o cuidado con las carteras... Nos dejó en la estación de tren, para ir directos a Poznan y un panorama... varios vagabundos rondando por ahí, y al ir a comprar los billetes NADIE hablaba inglés o alemán. Además eran las 20.00 y a la chica del Couchsurfing que nos iba a hospedar le habíamos dicho que llegaríamos sobre las 21.00. Empezaban los nerviosismos...
Conversación con la cajera:
- Nosotros: (Señalando a nosotros) Poznan.
- Cajera: 96 zlotys.
- Nosotros: (Indicando reloj)
- Cajera: 22.45.
Bueno ya teníamos asegurado que íbamos a pasar la noche en la ciudad que queríamos. Ahora tocaba llamar a Anna Marie, la chica que nos iba a hospedar y decirle que en vez de llegar a las 21.00 lo haríamos a las 2.00!! Así que más que nada le preguntaríamos por otro sitio cerca de la estación para quedarnos. Al preguntarle por ese hostal baratito, nos responde convencidísima que no, que no pasa nada, que ella se despierta cuando lleguemos y que no hay ningún problema. De puta madre, vamos remontando!
Luego maletas en mano, tenemos 2 horitas para visitar la ciudad, y oye, estaba curiosa. Una iglesia por aquí, cuatro edificios de la época comunista por allá, otra iglesia allá y llegamos a la calle principal con bastantes garitos y bares. Y de empezar preguntándote qué coño hago aquí, te va llegando la idea de, oye pues mira, sino hubiera sido por esto nunca hubiera conocido esta ciudad, vamos a aprovechar! Sobre todo después de tener la seguridad de que sabes donde vas a dormir el paseíto estuvo muy chulo.
El tren no estaba tan chulo. Eran una especie de camarotes de 8 asientos y en el momento que subimos un chaval de pintas barriobajeras nos siguió al nuestro. Mal rollito, 11 de la noche, un polaco malas pintas y nosotros dos... y claro después de lo que nos había contado el de la furgoneta ahí no íbamos a cerrar los ojos ni un minuto, así que nos cambiamos de camarote. Y en éste entra un chaval a vendernos un periódico... superextraño. Por suerte acaban entrando dos chicas jovencitas (que estaban seleccionando camarote con sus padres) con las que empezamos a hablar ¿cómo era eso del inglés? y ya nos tranquilizamos todos (ellas incluidas). La llegada a Poznan muy bien, un bus nocturno y siguiendo las indicaciones llegamos perfectamente a la casa de la majísima Anne Marie, que nos habría en bata medio dormida.
Al día siguiente empezamos la visita turística con un buen desayunito y a la búsqueda de un albergue o algún sitio para dormir, pero antes de preguntar en ninguno, nos envía un mensaje diciéndonos que nos podíamos quedar también esa noche! Así que todo perfecto... La ciudad se dejaba ver muy bien, con zonas con mucho encanto en el centro como la plaza del Mercado donde casualmente había un chaval alemán tocando el piano en la calle, al que le acabé comprando el CD...
Al rato la lluvia puso en peligro el concierto, pero se quedó en un sólo refrescón... y acabamos de ver la ciudad: Castillo Imperial, la Ciudadela y las armas y vehículos de combate de la II Guerra Mundial y la visita obligada de la primera catedral de Polonia, donde estuvo naturalmente Juan Pablo II. En general, muchos recuerdos de la época comunista e incluso algunas semejanzas a La Habana Vieja!
Volviendo a casa Anne Marie y un par de amigas suyas estaban cocinando una quiche (vegetariana) para cenar todos juntos! Y mientras esperábamos que se hiciera cayó la botella de vino que les regalamos... Tuvimos que dejar la comida para después del concierto que había que ir al Lago Malta un sitio precioso donde iba a haber jaleo esa noche.
El concierto increíble, pese a estar rotísimos del viaje del día anterior y del día turístico, lo dimos todo durante más de 2 horas que duró. En este caso era solo Manu con Garbancito a la batería, el crack de Madjid Fahim a la guitarra y Gambeat al bajo. Pero sobraba y los polacos superentregados.
Al día siguiente nos esperaba la vuelta. Sin perder el espíritu venturero, cogemos un tren desde Poznan hasta Frankfurt Oder justo en la frontera alemana y de allí salimos a la autopista para continuar experimentando con eso de hacer trampen. Esta vez teníamos poco tiempo, así que había que ir con bastante brío...
Y así fue. Primero un simpático camionero (mi primera vez en camión) nos llevó hasta Berlín y en aquella gasolinera no tuvimos ni que preguntar. Se nos acercó un señor diciéndonos que si queríamos ir con él! Él tío majísimo, que vivía en la Kastanienalle de Berlín enfrente de la escuela dónde justamente hice un curso de alemán hace un par de veranos. Era un abogado que estudió en Freiburg ciudad de estudiantes y que de joven hacía autostop muy a menudo para llegar a Berlín a ver a su novia e iba ahora rumbo a Suiza, dónde haría turismo activo con su familia. De hecho, llevaba piraguas y bicletas en la furgoneta. Muy a favor de esta manera de viajar, se/nos preguntaba que por qué la gente ya no lo hacía... y llegamos un poco a la conclusión de que existe un círculo vicioso, ya que menos conductores que cogen provocan menos autopistas y viceversa. Y es una lástima, decía.
Nos dejó bastante cerca, pero aún faltaba un empujón. En la última gasolinera a unos 30 km del destino y sin tener que esperar mucho subimos en una furgoneta. Yo iba detrás totalmente incomunicado... y pensando que lo habríamos logrado, que había salido todo mejor de lo esperado, que lo de hacer autostop era magnífico y que íbamos incluso a llegar antes que el tren que debíamos haber cogido... pero no cantemos victoria tan rápido, ya habíamos tenido demasiada suerte en este viaje.
Al pasar 10 minutos bajamos de la furgoneta. Ya era de noche sobre las 23.00 y el lugar donde bajamos no era precisamente el que habíamos hablado al subir, es decir la gasolinera de la entrada a Leipzig. Estábamos en un Restplatz área de descanso donde sólo habían camiones que iban a quedarse a dormir y por donde pasaba muy de vez en cuando algún coche para ir al servicio. Mientras nos dábamos cuenta del lugar en el que estábamos, la furgoneta arrancó!
Así que estábamos perdidísimos. Un miércoles por la noche, por donde no pasaba nadie, sin apenas batería en el móvil, sin saber el lugar exacto en el que estás... parecía que era el fin del mundo!
Pero luego te relajas. Te relajas y empiezas a ver soluciones, cuando en caliente sólo veías problemas. Incluso te das cuenta que hace una noche buenísima, que se ven miles de estrellas y que a una mala, tenemos sacos de dormir...
Los coches que pasaban, pasaban de nosotros, hasta que uno nos dijo el lugar en el que estábamos con lo que pudimos enviarle un mensaje a Martin, un colega checo que se había llevado el coche a Leipzig. Así que una horita más tarde aparecía nuestro salvador que nos conduciría por fin, al fin de la aventura.
Precio del viaje: desplazamiento + dormir 2 noches + concierto + comidas + CD del pianista = 50 €... En Estocolmo 3 noches me gasté 275€...
Porque hay otras maneras de viajar... y de vivir!